martes, 20 de agosto de 2013

De madrugada

Últimamente los paseos nocturnos de regreso a casa se han convertido en mi momento favorito de la semana, mi pequeño momento de gloria por así decirlo...(aunque de gloria no tengan nada)
Y es que cada vez me gusta más ese breve instante de tranquilidad, en el que vas absolutamente solo por la calle, únicamente  acompañado por la anaranjada luz de algunas farolas que se elevan entre el asfalto, como guardianes de la penumbra, y el humo de mi cigarrillo no se escapa, sino que es denso y pesado y se queda junto a mi, flotando, una vez que lo has exhalado, llegando incluso a acompañarte un pequeño tramo antes de desvanecerse.
Es el único momento en que puedo pensar tranquilamente, solo siendo interrumpido de vez en cuando por un coche que me adelanta o por un gemido contenido y a destiempo que se escapa por alguna ventana entreabierta. 
Poco a poco la distancia hasta mi casa se va acortando, disfruto de los efectos que aun perduran del alcohol, dándome una sensación de calidez, haciendo que no note como arrastro mis pies por la calzada y sobre todo haciendo más llevaderos los recuerdos que me van abordando sobre ti. Y entre sonrisas cínicas me imagino como reaccionarías si me vieses por ahí deambulando, tan triste, tan confuso, tan vacío y callado pero al mismo tiempo tan gigante, tan calmado, tan conmigo mismo sin máscaras ni tocados...
Porque es de madrugada cuando no me da miedo dejar de mentir, donde el ajeteadro ruido de la ciudad desaparece, donde asumo que tú ya no estás aquí.

Olvido

Henry Miller dijo una vez: "Si quieres olvidar a una mujer conviértela en literatura" y es eso precisamente lo que intento con este blog. No obstante, no creo que esa cita sea completamente cierta, pues con cada palabra que escribimos no estamos más que convirtiendo ese recuerdo que tenemos en algo inmortal, capaz de perdurar en el tiempo. Olvidar por mucho que queramos, nunca se olvida. Solo podemos difuminar ese recuerdo hasta que desaparezca prácticamente de nuestro día a día, y que al igual que las viejas cicatrices solo nos demos cuenta de que están ahí cuando las miramos fijamente, o alguna vez que notamos como duelen advirtiéndonos que se avecina una tormenta. Lo importante es que por mucho que sigan ahí ya no sangran igual que antes...
Así cada vez que escribimos una linea sobre "ella", no la estamos borrando de nuestra mente y traspasándola al papel, como si fuera un fichero del ordenador. Simplemente vamos cogiendo esa imagen que tenemos en nuestra cabeza y la vamos distorsionando (ya sea a mejor o a peor), caracterizándola, acentuando sus rasgos y convirtiéndola en lo que nosotros queríamos que fuese o lo que solo éramos capaces de ver en ella.
Es por esto que creemos que existe el olvido cuando años después nos la reencontramos por la calle y a penas la reconocemos entre el gentío, pero realmente es que la idealización que hemos hecho de su recuerdo ya no encaja con la realidad que tenemos ante nuestros ojos y que nos golpea. Así cuando escribimos "olvidamos" porque no hay mayor idealización que en la literatura.
Pese a todo yo no consigo olvidarte, porque la cicatriz que atraviesa mi costado de un lado a otro continua sangrando, y es por eso que yo no pienso parar todavía de escribir...

lunes, 19 de agosto de 2013

Demasiado tarde

Demasiado tarde es algo que llevo demasiado tiempo repitiendome a mi mismo, para poder decirtelo y que suene convincente. Demasiado tarde, como un aviso para que reacciones (si es que tienes que reaccionar), antes de que ya no haya algo por lo que gritar; pero aquí nunca pasa nada mientras los días se van quemando poco a poco, al igual que el papel de un cigarrillo, y yo me canso de esperar.
Esperar un cambio a mejor que solo tiene lugar en mi cabeza, que tan ingenua ella, sigue pensando que la vida es igual que el guión de una película americana, y que tu una noche llamaras a mi puerta, empapada por la lluvia y alguna copa de más.
Sin embargo esto nunca va a pasar porque la mayor pandemia de esta generación no es el sida, ni la obesidad. La mayor infección que padecemos todos es el miedo. Miedo a sufrir, a salir de nuestro refugio, por mucho daño que este nos haga, seguimos pensando que este es mejor que lo que nos esperá ahí afuera. Es por eso que prefieres refugiarte en camas ajenas que nunca te han querido, ni tienen en sus planes empezar a hacerlo, y es el mismo motivo por el que mi puerta nunca va a sonar, porque puede ser que quizás en el fondo ya es demasiado tarde.